miércoles, 1 de septiembre de 2010

Reflexiones

REFLEXIÓN


Me gustaría saber por que le dedicamos tan poco tiempo a hablar de las pequeñas cosas que nos ocurren que parecen no son importantes, pero que al no comentarlas creo que muchas veces se convierten en grandes problemas bien por malos entendidos o bien por que creemos que las pequeñas cosas no son importantes, y luego tanto repercuten en nuestra convivencia.

Quiero hacer una reflexión y una comparación.

Cuando vamos a preparar unas vacaciones para ir a un sitio que nos dicen que es maravilloso, creo que los pequeños goces que se obtienen mientras preparamos el plan del viaje viendo primero, el dinero de que disponemos, haciendo las maletas, la cámara de fotos, la visión con la imaginación de nuestro destino, lo que vamos a ver durante el viaje, lo que vamos a hacer cuando lleguemos a nuestro destino de vacaciones, y a la vuelta lo que vamos a disfrutar contando a los que nos aprecian lo que hemos visto y hecho durante las vacaciones.

Creo que llegar al sitio es importante, pero me parece que el volver bien los ratos de preparación del viaje compartido con las personas que nos quieren son mas importante y mas duraderos que el fin. Es mi opinión visto con la ilusión de un proyecto común.

Cuando se hace un buen guiso si nos fijamos veremos que en el ha intervenido una serie de pequeñas cosas como son los condimentos y la preparación, que de no ser por ellos el mejor alimento no sabría a nada.

Ustedes dirán a que vienen estas reflexiones. Simplemente que yo creo que la vida tiene muchos problemas cada día que son muy difíciles de evitar, y nos la pasamos sufriendo e intentando en la medida que podemos evitarlos, sin darnos cuenta que hay infinidad de salsas condimentos y momentos que si fuéramos capaces de utilizarlos debidamente mezclados con altruismo sinceridad compañerismo amor etc. disfrutaríamos mejor de todo lo que hacemos.

Vengo aquí a recordar un cuento sobre un viajero


                                                   EL BUSCADOR


“Un buscador es alguien que busca, no necesariamente alguien que encuentra.
Tampoco es alguien que, necesariamente, sabe qué es lo que está buscando;
es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.”


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Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la cuidad de Kammir.


Él había aprendido a hacer caso riguroso a estas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió.


Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó, a lo lejos, Kammir.


Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó mucho la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadores; la rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada.


Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar...


De pronto, sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar.


El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar entre los árboles.


Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor.


Sus ojos eran los de un buscador, y quizás por eso descubrió sobre una de las piedras, aquella inscripción:


“Abdul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”.


Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar.


Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Se acercó a leerla, decía:


“Yamir Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”.


El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba.


Una por una, empezó a leer las lápidas. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto.


Pero lo que lo conectó con el espanto, fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los 11 años... Embargado por un dolor terrible se sentó y se puso a llorar.


El cuidador del cementerio, pasaba por ahí y se acercó; lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.


- No, ningún familiar; dijo el buscador.


- ¿Qué pasa con este pueblo?


¿Qué cosa tan terrible hay en ésta ciudad?
¡¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre ésta gente, que los ha obligado a construir un cementerio de chicos?!


El anciano se sonrió y dijo:


- Puede Ud. serenarse; no hay tal maldición... Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré:


Cuando un joven cumple quince años sus padres le regalan una libreta, como ésta que tengo aquí, colgando del cuello.


Y es tradición entre nosotros que a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella:


a la izquierda, qué fue lo disfrutado...
a la derecha, cuánto tiempo duró el gozo.


Conoció a su novia, y se enamoró de ella.


¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?.
¿Una semana?, ¿Dos?, ¿Tres semanas y media?...

Y después...


la emoción del primer beso,
el placer maravilloso del primer beso, ¿cuánto duró?,


¿el minuto y medio de beso?, ¿dos días?, ¿una semana?...
¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo...?
¿y el casamiento de los amigos...?


¿y el viaje más deseado...?
¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano...?
¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones...?


¿Horas?, ¿Días? ...


Así... vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos... Cada momento...
Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre, abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba...


¡PORQUE ÉSE ES, PARA NOSOTROS, EL ÚNICO Y VERDADERO TIEMPO VIVIDO!


Disfrutemos y compartamos toda nuestra vida para si es posible al morir pongan nuestra edad real totalmente disfrutada.


Yo

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